11/20/2014

kirchnerismo: piso electoral e involucramiento identitario

Hugo Mariano Yagüe

El Kirchnerismo alcanza la cumbre de su dimensión sociopolítica, visto -a lo largo de los últimos trece años- como el núcleo identitario que mejor trascendió la crisis de anomia y representatividad político institucional que emergió en los últimos años del siglo XX y cuya efeméride en términos temporales está situada en una doble fecha: 19 y 20 de Diciembre de 2001.

El correlato fáctico de esta sentencia está afincado en la persistente incapacidad para adquirir representatividad social de todos los espacios más o menos orgánicos situados por fuera de los márgenes del Kirchnerismo extenso.

De modo previo a la debacle que concluyó con la emergencia del FPV como activo de un bloque de sectores sociales, el escenario institucional era disputado por los dos grandes formatos que asumieron los movimientos de masas del siglo XX: La UCR y el PJ.

Cierto es que, desde 1983 hasta 2001, salvo los bloques económicos que emergieron de la dictadura militar con poder de fuego en la disputa social, la sociedad civil no había encontrado más que las defecciones de Alfonsín en primer término con sus felices pascuas y su economía de guerra, y en segundo lugar la precoz capitulación ante el poder financiero de Carlos Menem, el otro gran depositario de la esperanza popular durante los años de la democracia formal.

Una sociedad doblemente desencantada y sin una tercera vía que diera cauce a sus anhelos de reconstrucción del tejido social, se rindió lábilmente ante la frivolización de la actividad política que fué la marca en el orillo del Menemismo con su prédica facilista, inmediatista y ciertamente anómica.

El grave socavón antiideológico que fué la resultante de la debacle del campo socialista, cooperó para incrementar el paulatino disvalor social en torno a la actividad política como factor de representación y evolución social.

De tal modo, la crisis de 2001 hunde sus raíces en lo profundo de la vida democrática inaugurada en 1983. No es correcto reducirla a una mera crisis económica sino que tiene su razón de ser y su consecuencia en la incapacidad de la burocracia política argentina de lograr ubicarse como eje de los anhelos de justicia, progreso, estabilidad y pertenencia de una sociedad agotada, ciega y sin horizonte ético cultural e institucional.

Esa disrupción entre la base social y sus intérpretes institucionales se agudiza a un punto de gravedad inédito en 2001. No solo la falta de capacidad de mando afectaba a las mayorías, sino que se volvía peligrosamente contra el propio establishment. Esa sensación de que cualquier cosa podía pasar da cuenta de la acefalía gerencial en la que había caído el bloque dominante en la Argentina.

Duhalde es el último cartucho de las corporaciones para asegurar un pacto mínimo de coexistencia en busca de volumen institucional. Sin embargo, su íntima pertenencia al bloque político expulsado de la escena por la crisis, lo lleva a aplicar un libreto adecuado a la etapa pero claramente insuficiente.

Desde allí, el Kirchnerismo se erige como una expresión que no sólo logra estabilizar institucionalmente el contrato social, sino que a partir de una lectura profunda de la raíz de la crisis, comienza a recuperar como no se propuso al menos desde el Estado desde 1983 en adelante, el valor de la política como vehículo de profundización e instalación de paradigmas sociales en un sentido de progreso.

Esta matriz del ADN K, lo ubica en una capa a la que no acceden las distintas ofertas políticas opositoras. El famoso "piso electoral" del 33% es más una consolidación de un sentido de pertenencia de diversa raíz, la puesta en porcentuales de una alianza íntima entre un bloque social y políticos capaces de representar su sentir y sus anhelos, que un guarismo coyunturalmente vinculado a tal o cual dirigente.

Ningún otro cuerpo político electoral ha logrado ese nivel de involucramiento identitario con sus potenciales votantes.

La crisis de la oposición no se resolverá fácilmente hasta que no emerjan actores políticos con la capacidad suficiente para dar cuenta de la profundidad de la misma y la terapia y medicina para sanarla. No parece que la combinación de tal o cual fórmula electoral pudieran vulnerar ese proceso, y en elecciones como la que se dirimirá en 2015, aún con un oficialismo con inconvenientes a la hora de establecer un sucesor a Cristina Fernández, el votante suele hacer pesar este tipo de plusvalia política de un modo decisivo.

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APUNTES SOBRE EL ESCENARIO ELECTORAL  

El 33 por ciento del kirchnerismo

Más allá de las operaciones cotidianas realizadas por y en los medios opositores destinadas a instalar candidatos afines a sus intereses (no sólo opositores) bajo el formato de encuestas electorales imaginariamente “objetivas”, lo cierto es que, analizado el comportamiento electoral de la sociedad argentina a partir del despliegue del proyecto kirchnerista, se observan en todas y cada una de las elecciones dos indicadores fuertes.
El oficialismo siempre ganó.

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